SEÑOR MEMBRIBE

viernes, 21 de marzo de 2014

TENGO EL SIGLO


Esta historia la escuché al antropólogo Dums Scroto, en su viaje de regreso de las remotas islas Peras, llamadas así por  la exuberancia y plétora prodigalidad de sus nativas.

Contaba Dums una leyenda que allí se transmitía de manera oral de generación en generación, desde cuando sale el sol hasta el ocaso...

Y es que una mañana se  despertó un dinosaurio de esos que miden más de cien metros de altura.  Se despereza con un grito abostezado  que dejó la selva sumida en un silencio sepulcral.Segundos antes todo era jolgorio y estridencia de aves y mamíferos. Y el tío , el dinosaurio, con un hambre que no veas, se va corriendo a un bosque que es como Andorra de grande y, venga, a zamparse todo lo que hay: pinos, hayedos, helechos,abedules, honestas praderas, y lo que se le pone por delante.


Dejó la espesa frondra como la cabeza de un marine.

" Tengo sed", se dice. Y se va corre que te corre hasta un lago que es más grande que Teruel. Y sucla que te sucla a morro, con unos sorbetones delirantes. Y deja el lagico hecho una charca de ranas.

Y se queda un ratín quietecico y se dice " ¡ joder, qué bien ma sentao este desayuno!: voy a echar un quiqui'ls y remato la mañana.

Así que se va a galope hasta su dinosauria - que se llamaba Dina ( era el nombre más común entre ellas). Dina está dormitando en una inmensa pradería más grande que Terra Mítica. Y le dice nuestro amigo.

- Oye, Dina, qué, ¿ nos echamos un quiqui?.

Y Dina abre un ojo y muy seria le dice.

- Lo siento chico, pero tengo el Siglo.

1 comentario:

LOS COMENTARIOS NECESITAN EL VISTO BUENO DE OTO.